FRASES QUE ME GUSTAN

El amor es lo único más fuerte que la tentación







jueves, 20 de enero de 2011

CERTÁMENES Y CONCURSOS

Estoy encontrando muchos concursos y certámenes, con la entrada del año.
Es un tema, llamemósle, espinoso.
Por un lado, la iniciativa de organizar un evento de esta clase, está bien. Es un incentivo, un estímulo para el escritor. Hay una fecha tope y esto impide que nos hagamos los remolones. Es una idea que parte de afuera (no de nuestra cabeza) y es como un reto, ¿podré escribir sobre esto en estas líneas?
Espolea la creación, energiza, nos hace sentir bien.
Todos soñamos en algún momento, ganar algún premio. Yo creo que no tanto por hacerlo bien sino por el entrenamiento tan intenso que hemos recibido durante toda nuestra infancia, de que el mérito acaba estando en la nota final.
Pero claro, precisamente porque el premio se lo lleva uno, las posibilidades no están a nuestro favor y eso es un demérito para el certámen.
Después, está la vida tras las bambalinas de los premios. Lo primero que nos encontramos es que a según que concurso, se presentan personas consagradas y acaban ganando. Lo segundo es que hay acuerdos con editoriales y la obra que gana, está en la línea de dicha editorial. Hay más, el jurado, que son personas, tienen sus gustos literarios, su historia, les conmueven cosas y otras no, y deciden en función de esos parámetros (como es natural, han de decir si les gusta o no), no tanto de la calidad literaria de la obra presentada.
Hace tiempo que decidí no presentarme a premios. Prefiero dedicar el tiempo de escribir, en trabajar en las ideas que me seducen, apasionan, atraen.
Sin embargo, conocer las múltiples opciones que hay a mi alcance, me sienta bien. Pienso, ¡cuántas ideas se pueden desarrollar! y eso me anima a seguir con mis elecciones.
Tal vez, en el futuro, me presente a alguno, o no. Ya os lo contaré.


lunes, 10 de enero de 2011

EL ESCRITOR Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Esta tarde me han hecho una entrevista para una revista, para hablar de mis RELATOS DE MEDIANOCHE y por ser escritora.



La periodista, joven, pero profesional me ha preguntado cosas muy interesantes que ahora, me llevan a reflexionar.



Lo primero que me ha preguntado ha sido que como compaginaba ser escritora y psicóloga. Interesante. Pero es que no lo compagino, me encanta hacer de psico y me encanta contar historias. También me encanta cocinar, y el jardín, y viajar…Ah, claro, la diferencia está en la profesionalidad, no en la afición. Es cierto, para ser profesional hay que trabajárselo, estudiar, aprender, buscar la excelencia, practicar, identificar los errores, cambiarlos, tener en cuenta el efecto de nuestra profesión en el Otro, compartir conocimientos con otras personas como nosotros…



Pues sí, soy profesional de la psicología y empiezo a serlo en la narrativa. En ésta he estudiado, practicado, aprendido, equivocado, acertado, y lo más importante para mí: disfrutado del proceso, y sigo disfrutando.



Hace dos años sentía que escribía pero no me sentía escritora. No me veía al mismo nivel que escritores consagrados y admirados. Ahora tampoco, pero ya no me importa. Siento que soy escritora porque me gusta contar historias, me gusta que estas historias entretengan, diviertan, hagan pensar, provoquen algo en el lector, que se mueva, que aprenda, que se oponga, que llore, que ría, que sueñe otras vidas…



Otra pregunta ha sido cuándo comencé a leer y cuándo a escribir. Ha sido tierno rememorar esos días. Invierno, las seis de la mañana, mamá ya levantada, desayunar y volverme a la cama para leer a la luz de la lamparita. Qué rápido se me pasaban esas horas, cuando ya tenía que prepararme para ir al colegio, quería seguir leyendo. Antes, cuando yo era pequeña al colegio se empezaba a ir a los seis años y no existían las guarderías. Mamá se entretuvo en enseñarme a leer y a escribir, así que cuando empecé a ir a clase, ya lo sabía hacer. Recuerdo que mi señorita dejaba que fuera yo quien dibujaba el abecedario en la enorme pizarra y los demás compañeros cantaban la letra que yo había escrito con tiza blanca en la pared negra. En casa se leía mucho y había siempre libros, y a mí me compraban los apropiados a mi entendimiento. De modo que para mí leer, fue tan natural como jugar. Luego, sobre los doce años escribí mi primer cuentito, el Abuelo, impregnado de lo que leía yo entonces, a Miguel Delibes, pero es una historia que todavía tiene su interés, a pesar de todo.



También me ha preguntado por qué me gusta escribir. A lo que yo respondo, que me gusta contar historias, inventarlas. Que un escritor tiene mucho de observador, porque observando la imaginación se hincha y dibuja una historia donde sólo hay una taza de café y unas manos largas y blancas sujetándola. Me gusta escribir además, porque lo veo como una película en mi mente. Es divertido lo que hacen y dicen los personajes, como se despliega ante mí una escena, colorida, vibrante, viva. Yo lo veo y lo transcribo, me encanta.



Me ha preguntado más cosas, todas interesantes. Me he sentido muy bien. Como una escritora. Y al final me hizo la consabida foto, que es lo que menos me gusta, pero es el precio que hay que pagar por salir en los medios.